De niños, Leandro y Federico Agostino filmaron una película. La idearon, la guionaron, la produjeron y la concretaron. La hicieron artesanalmente con la técnica del stop motion. De grandes, y después de fundar la empresa mendocina Scubalight, que se dedica a producir y exportar videojuegos, quisieron ver nuevamente el VHS donde inmortalizaron esta primera prueba, casi como un signo sensible de lo que vendría después. Sin embargo, el video no apareció.
«La hemos buscado por todos lados, pero no hemos podido encontrarla», dicen.
Después y por esas cosas de la vocación, los hermanos tomaron diferentes caminos. Leandro se sintió más atraído por la música y Federico por la ingeniería industrial y los negocios. Ambos coincidieron nuevamente en un punto: se recibieron de ingenieros, Leandro lo hizo en la especialidad de Sonido.
Sin dejar ese aspecto de curiosidad infantil y atracción por ese juego de luces, imágenes y sonidos que es el cine, el mayor de los hermanos puso el estudio Scubalight, que primero fue multimedia –grabación, televisión, radio– y luego se dedicó puntualmente a la producción de juegos electrónicos. Su hermano Federico lo siguió: tenía un trabajo en una empresa constructora, al que renunció para dedicarse de lleno a explorar y crear estos mundos virtuales.
La tarea no resultó fácil, hubo que invertir dinero, tiempo, armar un equipo, y sobre todo, apostar por un sueño. En Mendoza, cuando los hermanos tomaron este camino, la industria del videojuego recién comenzaba a asomar. Todavía es una actividad incipiente, pero avanza a paso firme.
Así y gracias a un gran equipo de profesionales que van desde diseñadores, dibujantes, y arquitectas, crearon Don’t Kill Santa, un juego al que sólo se accede en Argentina y en Japón. La historia de los logros conseguidos por los Agostino y de su equipo, quienes conforman Scubalight, tiene un argumento basado en la insistencia, el tesón y el trabajo creativo.
Ahora, Leandro se prepara para participar en la Games Conection, una feria de videojuegos con la expectativa de desarrollar el Don’t Kill en sus cuatro etapas (ver aparte).
–¿Qué parte le corresponde a cada uno dentro de la empresa?
(FA): –Yo me dedico al macroentorno del emprendimiento, es decir, a la parte de negocios. De todas maneras, en esto de emprender, hay que hacer de todo un poco. Pero es un buen momento para dedicarse a la tecnología, en Mendoza está explotando esta industria. Hay inversores que apuestan a esto, se ha formado un polo TIC, está Filme Andes, que nos ha incorporado.
–¿Cómo es el equipo de trabajo de Scubalight?
(LA): –Mi hermano y yo hacemos el game design, el diseño del videojuego, y después tenemos nuestro equipo de diseñadores y programadores y entre todos le terminamos de dar forma.
–¿Cómo se alimenta la parte creativa para darle forma a sus producciones?
(LA): –Yo soy ingeniero en sonido, pero eso lo hice de grande. De chico dibujaba, pintaba, escribía y hacía música. Y la verdad, nunca dejé de lado esas actividades. En toda mi época de estudiante trabajé en cine y en música. Tocaba la batería y el piano. Estuve en algunas bandas y también hice sonido. Hicimos giras y grabamos discos. También hice laburos en 4 estudios de grabación e hice sonido para cine.
–¿Cuál es el disparador para que se interesaran en los videojuegos?
(LA): –La verdad, fue casi una mutación desde el cine al mundo de los videojuegos. Y desde el año pasado lo hacemos profesionalmente, viajamos adonde haya ferias para hacer contactos. Sucede que en la actualidad la industria del videojuego es muy amplia. Hoy ya nadie habla de hacer contenido de videojuegos solamente, se hace una película, al mismo tiempo que el juego de ese filme, la música, el merchandising, redes sociales, contenidos de animaciones para publicitar, comics, libros. Es un concepto transmedia.
–Supongo que en esto la parte de negocios es fundamental.
(FA): –Claramente, este año participamos de rondas de negocios en Buenos Aires y dentro de esos espacios contactamos con unos japoneses. Ahora que Leandro se va a la feria de San Francisco, tenemos 20 reuniones aseguradas, con grandes empresas, dos de ellas chinas, que se dedican a la distribución de los videojuegos. La verdad es que esta es una etapa de networking puro.
–¿Qué es lo más difícil de ser independiente, de tener tu propia empresa?
(FA): –Lo más difícil es que la gente deposite la confianza en vos. Podés estar muy bien armado, y ver tu negocio muy bien, pero los de afuera no lo notan tanto. Cuesta ese envión para salir adelante. Requiere mucho esfuerzo y mucha inversión, hay que insistir, insistir, insistir y puede pasar bastante tiempo desde que empezás hasta que ves algún tipo de ganancia.
–¿Tuvieron que hacer una inversión importante?
(FA): –Tuvimos, y seguimos. Hemos generado ingresos, pero todavía no se compara con lo que hemos invertido. Pero hay que arriesgarse, porque sino no lográs nada. Y seguimos remando, no es que ya estemos instalados. Pero sí es cierto que ya tenemos un par de clientes que nos bancan.
–¿Se contactan con gente que está haciendo este tipo de emprendimientos en Mendoza?
(LA): –Tuvimos la suerte de contactar con Filme Andes, es un clúster audiovisual que contiene a 24 empresas locales, 19 son de cine y 5 de videojuegos. Desde el año pasado decidieron incorporar a los videojuegos, porque como decía Leandro, el paradigma audiovisual ha cambiado: es mucho más amplio, que una película, un juego, un corto, un comic o una serie, por separado. En verdad, cuando creás un producto audiovisual estás creando un mundo.
–¿Encontraron apoyo oficial para la empresa que lideran?
–La verdad es que sí, hemos recibido apoyo. Estamos trabajando con ProMendoza, con el IDC también. ProMendoza nos incluyó en un programa que se llama Pyme Exporta que nos va a reconocer todo lo que gaste en el viaje a la feria de San Francisco y esto es un gran respaldo económico.
–¿Cuándo tomaste la determinación de poner toda la energía creativa en este emprendimiento?
(LA): –Cuando salí de la secundaria me dije «¿a qué nos vamos a dedicar en la vida?» y después de que pasé por orientación vocacional, un día me pusieron un papel adelante, y me preguntaron: «Qué te gusta en la vida?». Y yo dibujé dos flechas: por un lado, la música y por otro lado, el cine. Ahí pregunté dónde podía estudiar ingeniería en sonido. Y no existía en el país. Y pensé en qué me hacía feliz cuando era niño.
–¿Cuál fue la respuesta que te diste en ese momento?
(LA): –Opté por la música, yo toco instrumentos desde los 10 años. La decisión intuitiva que tomé fue esa: hacer música. Logré armar «Escafandra» que es un estudio de grabación, mezcla y mastering. Cuando estaba por dar mi tesis, me quedé sin un trabajo que tenía y el director de mi carrera me invitó a sumarme a una nueva opción universitaria: una Tecnicatura en Videojuegos. Empecé a estudiar el tema, y me di cuenta que es lo que reunía todo lo que yo siempre había querido y me dije «esto es, esto es lo que tengo que hacer». Desde ese instante he trabajado para conseguirlo.