Los productos característicos de Mendoza pierden terreno, mientras que del otro lado de la cordillera se potencian y generan miles de millones de dólares.
Sin duda el vino es el estandarte con el que Mendoza se vende alrededor del mundo, tanto por la calidad del producto como por lo que genera a nivel turístico. En este último punto ha ido ganando terreno, pero cuando se trata de producción y exportaciones no puede remontar y se enfrenta a un complicado panorama en el contexto macroeconómico.
Pero ese problema no es exclusivo del vino; es similar -con sus matices propios- en todos los productos primarios y manufacturados de origen agropecuario (donde se ubica el vino) y que se viene arrastrando durante décadas por malas decisiones a nivel país que afectan directamente a una economía que depende en gran parte de lo que es este tipo de producción.
Una cuestión que demuestra de manera dura que esa caída en las exportaciones se debe en gran parte a las malas decisiones en materia macroeconómica y la falta de visión de los gobiernos, es lo que sucede al otro lado de la cordillera. Al revisar las estadísticas de las exportaciones chilenas nos encontramos con que generan miles de millones de dólares enviando al mundo las mismas cosas que se producen en Mendoza y que acá tienen la misma o mejor calidad que las que salen al mundo desde Chile.
El mejor ejemplo es lo que ocurre con la cereza, que en Chile superó a las exportaciones de uva en fresco y durante este año significó U$S 1.562 millones, posicionándose como la cuarta mayor exportación detrás del concentrado de cobre, de los cátodos de cobre y del salmón. La exportación chilena de cerezas aumentó U$S 482 millones en sólo un año y estiman que seguirán subiendo su producción. En Mendoza, en cambio, el panorama indica que desde 2010 a la fecha cayó de manera importante la producción y la provincia dejó de ser el mayor productor del país.
Mientras Chile inunda de cerezas el mundo y especialmente a China, en Mendoza se lucha para no seguir perdiendo hectáreas cultivadas (cayeron de 1.100 a 700 en los últimos años) y para intentar no perder más terreno en el mercado internacional a partir de la apertura -justamente- con China por un protocolo fitosanitario.
¿Por qué acá no podemos y cruzando la cordillera encuentran la forma? Las respuestas son variadas.
Uno apostó por los TLC y otro sufre el Mercosur
Tal como destacan en ProMendoza -un lugar donde tienen que ingeniárselas continuamente para poder abrirles las puertas a productos locales en medio de un contexto que siempre es cuesta arriba-, unas de las principales diferencias entre ambos mercados es que mientras la Argentina tiene acuerdos comerciales con poco más del 10% del PBI mundial, Chile los tiene con el 88% del PBI mundial. Sólo con ese punto ya hay una diferencia notable a la hora de intentar vender afuera y el producto chileno llega libre de impuestos a una gran parte del mundo, contando en esa lista mercado como China, la Unión Europea y Estados Unidos, por mencionar sólo tres.
Es que desde el regreso a la democracia a principio de la década de los 90, en Chile mantuvieron la economía de libre mercado y, considerando que no tiene un gran industria que proteger, buscaron acuerdos con el mundo para ser proveedores de productos primarios y algunos manufacturados. En esa mirada apuntaron desde un principio a los mercados asiáticos y comenzaron un largo camino para acordar con EEUU. Tanto así, que en las universidades trasandinas desde ese momento también se comenzó a fomentar el estudio chino mandarín y japonés, entre otros idiomas.
A partir de esa base se generó diferencia notable con Argentina porque con su pertenencia al Mercosur no suscribe acuerdos bilaterales y va de la mano de lo que suceda en el bloque, el cual claramente no avanzó en cuestiones beneficiosas ni abrió mercados para sus economías regionales. Quizás, lo más relevante es el acuerdo con la Unión Europea, el cual aún debe pasar por ratificaciones y puede ser un beneficio más a largo que mediano plazo.
La situación macroeconómica
Por si el factor antes mencionado no marcara una diferencia, los productores mendocinos tienen que enfrentarse permanentemente a una situación macroeconómica grave y por sobre todo, inestable. La imposibilidad de proyectar es sin duda una cuestión que juega en contra de los productores.
Es difícil ser productor con una inflación altísima. Ser exportador es un sufrimiento, porque no sabés qué pasará mañana con el dólar, pero no sólo por lo que pueda suceder a nivel internacional, sino porque un día tenés el dólar a un precio y al siguiente lo tenés con un recargo del 30%. Si te descuidas te pueden aplicar retenciones, o peor aún, un gobernador que aplica impuestazos te puede dar un golpe bajo aumentando las tasas que te cobran en los puertos de su provincia.
Eso y volviendo al ejemplo de la cereza, sin duda es uno de los factores que hicieron que la superficie cultivada de esa fruta bajara en los últimos 10 años, porque el costo de producción es altísimo y en dólares (sobre U$S 50.000 por hectárea), por lo que los constantes cambios y la situación impositiva hacen que muchos productores opten por otro producto y destinen sus terrenos a otra actividad.
Pero lo que ocurre con la cereza se repite en otros productos primarios, tanto así que en los últimos 10 años, según los datos actualizados del Instituto de Desarrollo Rural (IDR), cambió de manera importante y, por ejemplo, significó que cayera la cantidad de hectáreas destinadas a manzanas y subieran las que están destinadas a frutos secos.
Ese ida y vuelta de los campos de uno a otro producto, es propio de una economía que no ofrece la estabilidad para proyectar y que obliga a los productores a ir de un sector a otro en busca de la rentabilidad que se hace escasa ante los vaivenes económicos.
Sin acceso al crédito, muchos intentan sostener su campos con una producción que cueste menos y que tengan una rentabilidad aceptable, pero los que ya no pueden también venden sus campos a grandes productores, provocando también una concentración y disminuyendo el número de pequeños productores.
Frente a frente
Si tenés para ofrecer un producto igual de tu competidor, o incluso un poco mejor, pero que se ofrece un 10, 15 o 20 por ciento más caro, tenés pocas opciones de posicionarlo. Bien lo saben en ProMendoza, la fundación que hace más de 20 años promociona y busca mercados -entre otras cosas- para los productos mendocinos.
En su último informe de exportaciones, con los datos actualizados a octubre de 2019, analizó cómo están funcionando los distintos sectores, con resultados positivos en algunos casos y otros en lo que la situación macro no ayuda y los esfuerzos deben multiplicarse.
En el caso de la nuez, por ejemplo, y tal como explicamos, creció la producción de frutos secos y con una buena demanda y regularidad en el precio a nivel internacional ha tenido una buena performance. EEUU es el mayor productor mundial con el 92% del volumen, mientras que Argentina, Chile y Australia se reparten entre el 5% y 8%.
Con el congelamiento de la economía en los últimos años, más una devaluación que hizo ganar competitividad, los productores y exportadores tomaron más seriamente la opción de salir al mercado externo, destinando parte de la producción que quedaba en el mercado interno a la exportación.
De esta forma, la nuez con cáscara en 2018 generó exportaciones por U$S 2.397.120 y aumentó a U$S 4.349.185 en 2019, una suba del 81%. Sin cáscara, en tanto, exportó por U$S 298.617 en 2018 y subió a U$S 576.267 en 2019, un incremento del 93%.
Anteriormente mencionamos que la cereza superó a la uva en fresco como la fruta que más exportan los chilenos. Es, a pesar de caer en el ranking de exportaciones, uno de los productos estrella que envían al mundo desde el otro lado de la cordillera. En el último informe de la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales se confirmó una pequeña caída del 0,03% en los envíos completando U$S 1.194 millones en 2019, U$S 35 millones menos que en 2018. En Mendoza, en tanto, a octubre se exportó uva de mesa por U$S 116.020.
Si vamos al producto estrella de Mendoza, el vino, nos encontramos con el mejor ejemplo para marcar las diferencias que ofrece una y otra economía. Es en estos ejemplos donde se puede ver la dimensión de lo que significa una macroeconomía complicada y con escasa apertura y otra estable y que apunta al libre comercio.
A octubre de 2019 Mendoza exportó vino por U$S 599 millones, lo que significa una baja del 3% contra los U$S 617.105.333 del mismo mes del año pasado. En Chile, sólo el vino embotellado significó exportaciones por U$S 1.555 millones, una cifra importante a pesar de que es menor a la de 2018, cuando enviaron al mundo vinos por U$S 1.622 millones.
Sobre este punto, el análisis de ProMendoza señala que la exportación de vino (fraccionado, a granel y mosto de uva) si bien generó un retroceso en valor FOB del 3%, aumentó en cantidad de vino exportado en un +7%.
La explicación está en que la devaluación ha llevado a tener que bajar los precios para adecuarse a los mercados y además que se ha ingresado a segmentos de precios más bajos en los mercados internacionales, lo que aumentó la demanda.
Según la fundación, es el sector vitivinícola en todo su conjunto el que «moviliza la balanza» de las exportaciones mendocinas. Analizan que no será un mal año ya que hay que esperar a cómo reaccionan las ventas durante los meses de noviembre y diciembre, lo que aún no están sumados en su último informe.
Es en el sector vitivinícola en el que Mendoza se muestra como más competitiva a nivel internacional, pero aún así tiene serios problemas para competir con economías como la trasandina. Eso, aún considerando que es un sector que cuenta con una plataforma de promoción como ningún otro sector y que, además, recibe asistencia estatal como ningún otro sector productivo de Mendoza. De ahí, que los números no estén tan alejados como el resto de los productos que aparecen en los ranking de exportaciones de ambas economías.
La manzana y la sumatoria
Uno de los productos que ha perdido hectáreas cultivadas en Mendoza es la manzana, la cual en los primeros 10 meses de 2019 le significó a la provincia exportaciones por U$S 6.545.205, lo que equivale a una caída del 18% respecto del mismo mes del año pasado. Al otro lado de la cordillera, las manzanas que se enviaron al exterior reportaron montos por U$S 625 millones.
Si tomamos todas las exportaciones de productos primarios, los de manufactura de origen primario y manufactura de origen industrial que exportó Mendoza hasta octubre de 2019, la sumatoria alcanza los U$S 1.184 millones. Es decir, Chile sólo con las cerezas que llegan a los U$S 1.562 millones, supera a toda la exportación de la provincia en U$S 378 millones.
Lo anterior, sin mencionar que las primeras exportaciones chilenas son de la industria minera y sumadas significan exportaciones por más de U$S 30.000 millones, a pesar de que se trató de un año malo para el sector. Mendoza tiene un potencial proporcionalmente similar, pero renunció a él a partir de la ratificación de la Ley 7722 y la derogación de la Ley 9209.
Claramente hablamos de un país contra una provincia, pero que -guardando las proporciones- producen cuestiones similares. La diferencia está en que se mueven en contextos macroeconómicos muy distintos y en el caso de Chile con proyectos políticos-económicos que se mantuvieron en el tiempo más allá del cambio de los colores políticos.
Por eso, más allá del esfuerzo que hace ProMendoza y el propio ejecutivo local, la Provincia tendrá que seguir peleando contra la corriente por un buen tiempo porque en el horizonte se ve que los problemas del país seguirán siendo los mismos. En resumen y más allá de otros factores, el gran problema de Mendoza es la Argentina.
Fuente: Memo